Te enfrentas a malignas sombras diabólicas. Entes que aparecen y desaparecen y son más terribles cuanto más se esconden. De frente son desagradables y execrables pero ocultos se agigantan, y espantan más cuanta más maldad exhiben. Te acechan detrás de un vidrio, en los jardines, tras los arbustos, detrás de un antifaz o en la misma línea telefónica y en la pantalla del ordenador. En los lugares más insospechados los adivinas pero no los ves. Sientes la fuerza de los efectos pero no percibes visualmente al demonio que los produce: puertas que se cierran sin explicación, puertas que, inexplicablemente, no se abren, como si algún ser invisible las atrancara, y sientes el peligro pegado a tu sombra...
Karmen Martìnez
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