La sinceridad y la verdad
Hay una manera de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo; no concede la felicidad pero le proporciona a quien la practica una especie de poder mágico, de dominio sobre su prójimo: es la sinceridad y la verdad.
Ser sincero, auténtico, aunque se rompa el alma contra los obstáculos; aunque se quede solo, aislado y sangrando. No es una fórmula para ser feliz pero sí para tener fuerzas y examinar el contenido de la vida cuyas apariencias nos marean y nos engañan continuamente.
Tiene un doble fondo curioso: no modifica la naturaleza de quien lo practica pero le concede una especie de doble vista que le permite percibir la mentira, el engaño, la traición y los sentimientos de quienes están a su lado.
Una persona auténtica hace de la sinceridad y la verdad una cuerda floja; por ella cruza sobre los abismos de la vida y no hay nadie, absolutamente, nadie, que le haga caer. Y hasta los que hoy le tiran piedras se acercarán mañana a sonreírle tímidamente. Una persona sincera, auténtica es tan fuerte que sólo ella es capaz de reírse y apiadarse de todos.
Auténtico es quien se muestra tal como es: sin mentiras, sin engaños, sin fingimientos. Se gana lo que tiene, limpiamente. No compra amor, no camina por la vida rodeado de amigos falsos, fraudulentos. Lo poco que tiene vale más que lo mucho que tienen otros.
La sinceridad y la verdad no dan la felicidad pero dan la satisfacción de vivir de manera recta. No dan muchos amigos pero los que dan son verdaderos. La sinceridad y la verdad son escudos que todos deberíamos llevar, aunque nos quedáramos solos, aislados y sangrando...
Karmen Martìnez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario