En el laberinto de la existencia
vaga el espíritu buscando a la alma gemela: a su otra mitad. La inseguridad, el
miedo, la duda, transforma lo que sería un hermoso día lleno de luz y calor;
una noche estrellada llena de belleza y misterio, en una bóveda glacial: cripta
sombría donde se detienen las horas negras. El llanto se vuelve vino y cae en
la aridez de un lóbrego manto de ceniza donde yacen las ilusiones olvidadas,
desintegradas, convertidas en polvo. Sin embargo, absurdos o razones huecas lo sumergen
en un oscuro mar de aguas y pavesa. Almas que oscilan en caminos paralelos,
bajo el mismo cielo: un cielo eternamente invernal, frente a un río de aguas
silenciosas. Los años, leves como niebla, en sucesión inexorable las encausarán
por ocasos fluctuantes hasta la noche definitiva para quedar gravitando como
reluciente polvo cósmico… pero sin unirse una con la otra.
Karmen Martìnez
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