miércoles, 7 de diciembre de 2016

Inconmovible

 
 Inconmovible
Tu faz inconmovible
de efigie inmóvil cincelada en piedra,
con desdén indecible;
para el alma que ciñes como hiedra,
tus ojos de mirada sugestiva
son única señal de estatua viva.
El mirar de esos ojos:
pétrea mirada de sutil encanto,
fría y fingiendo enojos
que al alma oprime y la disuelve en llanto;
desvanece las sombras y las penas
llenando de luz las noches serenas.
Así, déjame amarte
estatua de alabastro imperturbable.
Permíteme tocarte;
tocar el frío de tu mármol inmutable,
suavizando la aterida dureza
de tu piel, para darle la tibieza.
Tu rostro cobra vida,
palpita de pasión bajo el granito;
de amor desfallecida
el alma exaltada ahoga un grito
y la ilusión enciende mi sentido
al advertir que tu frialdad se ha ido.
Leve vestigio de amor
oculto en la insondable faz de roca,
de la pupila el temblor
se dilata y desciende hasta la boca
ardoroso el deseo por un beso
que se ha quedado entre los labios preso.
El corazón se enciende.
Va suavizando de la piedra el rigor
y al exterior trasciende;
almas anhelantes, sedientas de amor,
fundidas en crisol incandescente
y grata esencia de un amor ferviente.
En loco desvarío
la fuente del deseo apaciguamos
y en el paraje umbrío
al sopor placentero dormitamos.
Al despertar, busco otra vez tu boca
… pero volvió a su rigidez de roca.
Karmen Martìnez

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