¿Qué pasaría si alguna vez, mientras te contemplas al espejo, este en su reflejo te devuelve los momentos maravillosos de los tiempos idos; el ayer que habías perdido y creías olvidado? ¿Qué harías, si al tocar su superficie notaras una textura líquida y pudieras traspasarla para encontrarte con el pasado que atesoraste y que tanto añoras?
Fragmento de “El silencio de la alondra”:
"Vas aprendiendo a evadir el dolor y la soledad a través de un caleidoscopio de fantasía, a remontarte en el arco iris y viajar en él hacia lugares fabulosos; a visitar las lejanas constelaciones y a hender las profundidades del mar, cuando el cielo se refleja sobre el espejo del agua. Pero… el destino aguarda (...).
El lujurioso verdor del campo languidece y va declinando gradualmente. Las tardes comienzan a enfriarse y el cielo se va desdibujando, las hojas doradas se arrastran y el trémulo color del otoño avanza en su itinerario melancólico (...).
Enfrentas un dilema: el anverso de tu pasado contrapuesto a la complejidad de tu presente abre huecos en tu destino y te arroja a una espiral fluctuante, un torbellino que amenaza con desarraigarte de tu tiempo real y de la mortalidad. Tratas de evadir el caos de tu vida y buscas una fisura en tu presente que te conduzca a una región inexpugnable, segura (…).
Con un esfuerzo sobrehumano tratas de reinventarte, de trascender. Igual que la alondra, te apresuras antes de que el viento frío del otoño comience a arrastrar consigo recuerdos y hojas secas. Levantas el vuelo cual pájaro errante y te pierdes en la engañosa bifurcación de los caminos, en la enmarañada confusión de la existencia, dejando atrás tu legado de canto y poesía; surcando las corrientes del aire, del tiempo y la distancia..."
(¡Dios!, esto me hizo llorar…)
Con amor
Karmen Martìnez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario