Preocupada porque el mobbing está creciendo de manera peligrosa, tomándose como deporte y diversión, me decidí a hacer esta investigación que lleva ya más de tres meses. Igual que uno de los psicólogos que me sirvió de fuente y que se ha dedicado por años a divulgar sus estudios sobre este delito que destruye a cientos de personas y con ellas a sus familias, me propongo continuar con este tema. Aquí les comparto algunos títulos más importantes de la misma.
Mobbing se define como una situación en que una persona, un psicópata o varios, ejercen una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente sobre otra con el fin de destruir sus redes de comunicación, destruir su reputación, perturbar el ejercicio de sus labores y conseguir su desmotivación laboral. “El psicoterror o mobbing conlleva una comunicación hostil y desprovista de ética sobre una sola persona quien, a consecuencia de ello, es arrojado a una situación de soledad e indefensión prolongada.
Con esto se busca eliminar a la víctima por inducción al suicidio o violencia física. Es una violencia “limpia”, no hay huellas, los testigos no ven nada (son mudos y sordos). No se busca destruir al otro inmediatamente, sino someterlo poco a poco. La destrucción del otro debe ser lenta para conseguir un crimen perfecto: no es el agresor el que mata, es el otro quien se mata. El suicidio del otro es el mayor triunfo del acosador, es exactamente lo que quiere.
CIBERACOSO. La informalidad propia de las redes permite que personas hostiles, resentidas, con ansias de dominio o falta de escrúpulos, puedan acosar impunemente. El hacer correr un rumor o una calumnia, por una razón personal o por diferencias ideológicas, en forma anónima o desembozada, de boca en boca o mediante mails, no es una travesura sin consecuencias.
El juzgado de Alicante (España) se hizo cargo de dos casos en los que se introdujeron virus troyanos en los ordenadores de terceros. En uno de ellos captaron imágenes íntimas de las personas en sus dormitorios, pues la cámara web se activaba sola a través del virus ejecutado.
Esta queja es de una joven sobre su acosador:
“Cuando se entera de que le he denunciado la primera vez se hace pasar por mí en las redes, se pone en contacto con quienes he trabajado para decirles que soy adicta a las drogas, anoréxica o seropositiva, también que practico la zoofilia, que mantengo relaciones sexuales con mis propios padres...”
Otro caso de suicidio por acoso:
Una adolescente después de despedirse de sus amigas por WhatsApp: “Estoy cansada de vivir” les dijo, y se tiró al vacío por el hueco de las escaleras, desde la sexta planta. Recibía insultos y extorción por parte del acosador de 17 años quien le había exigido 50 euros, amenazando con pegarle si no se los daba, por lo que ella se puso a trabajar para pagárselos; la víspera de su muerte le había arrojado agua encima. Cuando la niña lo denunció, la abordó en el patio de la escuela y le dijo: “¿Por qué lo has contado? Si sigues hablando, van a venir mis primas a por ti”. De acuerdo con algunos compañeros que la habían defendido, el acosador le tiraba agua encima, le daba codazos y la obligaba a hacerle trabajos escolares.
Esto, a grandes rasgos, es el acoso psicológico que cada día arrasa a cientos de víctimas inocentes de individuos psicopáticos que hostigan a todos aquellos que tienen lo que a ellos les falta.
Karmen Martìnez