Gracias a mi Creador.
Quiero darte las gracias, mi Señor, por las bendiciones, regalo divino que me has dado:
Por el cansancio, por las desilusiones, por la angustia, por mis tropiezos y mi desesperación; además, por las alegrías, las satisfacciones, la plenitud y, especialmente, por tu amor. Por el amor de mi padre y de todos los que me han rodeado a lo largo de mi vida. Algunos me dieron amor y afecto; otros, desilusión y penas, pero, igual, lo agradezco porque eso me enseñó a luchar, a pelear y me hizo fuerte.
Las lágrimas que derramé limpiaron mi alma, mi vida y mis ojos; el dolor que padecí forjó mi espíritu y pude compartir con los demás su fruto. Los conocimientos adquiridos han servido para convencer y espero que, también, para enseñar o iluminar con mi pequeña e insignificante luz a otras personas. Mis pasos no siempre fueron seguros, no siempre fueron firmes pero sí, muy insistentes.
Mi padre me enseñó a amarte y por eso lo amo. Porque me hizo observarte en cada estrella, en cada brizna de hierba, en el rocío de las plantas en primavera y en la reluciente escarcha en el invierno. Me enseñó a cantar para alabarte y a buscarte más allá de las constelaciones, cuando los ojos se llenan de lágrimas y el corazón grita, buscando una respuesta que nadie conoce.
Gracias por los amigos “a toda prueba” que me has dado. Durante las grandes dificultades de mi vida muchos se quedaron en el camino y los perdí; los que persistieron, afirmaron y reforzaron el divino lazo de la amistad. Te agradezco tanto a unos como a los otros; ambos me dieron lecciones de existencia y supervivencia.
Te agradezco por mi libro, por el mucho o poco conocimiento que me haya permitido trasmitir a los demás. Gracias por mis adorados lectores que me hicieron fuerte durante su edición y distribución. También por todos los que participaron de una u otra forma en sus presentaciones y difusión. No mencionaré nombres, pues fueron muchos e invaluables amigos, alumnos, maestros, familia.
El libro se agotó pero ya recuperamos el tiempo perdido con la nueva reedición y sólo me queda pedirte, Señor, que me sigas dando la oportunidad de servir a los demás con este tema el cual, desgraciadamente, no se agotará nunca. Llevar el conocimiento y la advertencia a quien permanece en el peligroso desconocimiento de este escabroso problema social. ¡Gracias a mis amados lectores, mis cómplices en este maravilloso camino! Espero continuar adelante con esta misión que me he impuesto.
Los amo.
Karmen Martìnez
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