Envuelta en la densa neblina aparece la reminiscencia de su espíritu silencioso que, dulcemente, con tristeza en su mirada y cansados pasos abandona la casa, deja atrás los amados campos, sus trigales y el valle para dirigirse al sendero que lo conduce a su última cita: con el mar, con el cielo… con Dios.
El silencio de la alondra
Karmen Martìnez
A mi padre, In Memoriam
.
Roble majestuoso de imponente tronco,
raíces profundas y erguido hacia el cielo;
jamás doblegado por los vendavales,
armonioso y dulce, longevo y esbelto.
Cuántas tempestades con valor pasaste
en agreste suelo, vapuleado y solo.
Nunca te doblaste, resistiendo airoso
tormentas y ráfagas, fragores y estruendos.
Caballero noble de afable presencia.
Conjunto invaluable de grande nobleza,
forjador de sueños, voluntad de roca.
¿Dónde están tus sueños quiméricos y esquivos,
y tu alma tan fecunda envuelta en el dolor?
Viajero solitario, enigma inescrutable,
errante por la noche eterna y misteriosa.
Resquicios en mi alma de ternura y nostalgia,
de tus brazos recios, mi nido de paloma,
refugio de mis miedos, consuelo de mis penas.
Liberada mi alma de su investidura,
ansiosa de tu luz sus rayos seguirá,
surcando las tinieblas hasta alcanzar tu estrella.
Karmen Martìnez