La calumnia, imputación falsa de un hecho que la ley califique como delito, a sabiendas de que éste no existe. El delito de calumnia es exento de toda pena al probar la no existencia del hecho criminal imputado, a lo que se denomina exceptio veritatis (excepto verdad).
Sin embargo, Joseph Goebbels dice: "Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá". La calumnia es como la flor del álamo: tiene miles de semillitas y cada una está envuelta en pelusa que levanta y dispersa el aire, llevándola a lugares remotos. Una vez que se desata una calumnia es dispersada como la flor del álamo y esparcida en todos los sentidos hasta lugares y tiempos remotos.
Después de una calumnia, hasta la gente más cercana, aquellos que se supone, deben amarte, terminan creyéndola y descalificándote. No importa cuántas explicaciones comiences a dar, por lo menos, los que te odian las tomarán como ciertas y las difundirán a “diestra y siniestra”. Y aunque pasen años de iniciada la calumnia y comprobada como falsa, ellos las seguirán desparramando.
¿Qué hacer? Si quien te odia busca destruirte utilizando toda clase de tretas, solamente puedes perfeccionarte. Primero: destacar tus virtudes, aumentar tus conocimientos; esto va a desconcertar y enardecer a tus detractores, que desean destruir tu reputación; lo que hagas, hazlo, no bien sino excelente, así demostrarás tu superioridad ante los entes diabólicos. Es importante no contestar las calumnias, no engancharte en provocaciones que, como una telaraña, te tienden con la intención para atraparte e inmovilizarte.
La superioridad se demuestra, no se pregona.
Y no olvides nunca el poemita de Rubén Darío:
Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.
Karmen Marìnez
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