Fairfield es un pueblo ubicado
entre Londres y el mar. El pueblo es un lugar que se le podría decir aburrido,
sin embargo, dejan a los fantasmas andar por donde quieran. En una noche de
tormenta el ciclón lanzó el techo del tabernero sobre el cultivo de nabos de
una viuda. Fue a hablar con ella y vieron que el viento había lanzado sobre su
jardín a un barco fantasma. La gran tormenta había desparramado a todos los fantasmas
por toda Inglaterra, pero, luego, regresaron poco a poco. En la tarde el
tabernero le pidió que lo acompañara a “echarle un ojo” al barco fantasma;
tenía de más de 300 años, y estaba pintado de negro. Era tan grande que ni
todos los caballos que existían en el pueblo podrían moverlo. Al mirar hacia
arriba vieron a un hombre de uniforme negro que les dijo ser el capitán
Bartholomew Roberts y estaba en aquel lugar para reclutar voluntarios. El
tabernero le dijo que estaban a más de ochenta kilómetros del mar y que el mar
estaba aplastando los nabos del sembradío. Entonces, el capitán se quitó un
broche de oro y se lo lanzó, aunque él protestó por ser demasiado caro para
pagar un saco de nabos. El capitán se rio y se volvió al barco. Los paisanos se
reunían en la taberna a criticar a los fantasmas que bajaban del barco y andaban
por el pueblo y se metían a la taberna a emborracharse. El párroco estaba muy
molesto, pues, vivos o muertos, estaban pecando y haciendo desorden. Así que lo
acompañó al barco a hablar con el capitán, quien los invitó a subir al barco.
Ellos quedaron impresionados por la elegancia, la riqueza y lo hermoso que era
el barco. El capitán les sirvió un excelente vino en copas de plata y les
prometió que esa noche “se haría a la mar”.
Esa misma noche comenzó un fuerte
viento. Los que estaban en la taberna vieron cómo aumentaba la tormenta y
pudieron observar al navío pasar por encima de ellos. Al día siguiente había un
enorme destrozo en todo el pueblo y se dieron cuenta que varios de los
fantasmas jóvenes se habían ido en el barco. Dos años después vieron regresar a
un chico que, todavía vivo, también se había ido en el barco. Estaba todo
tatuado; era retrasado mental. Le preguntaban sobre su viaje y sólo contaba que
habían capturado a un grupo de loros para enseñarles palabrotas, luego se
lanzaron a pelear con un barco español.
FREDERICK MARRYAT
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