viernes, 8 de mayo de 2020

A Samuel Eduardo

Misterio
(A Samuel Eduardo)
 
La muerte me arrebata tu juvenil ternura; conjunto idolatrado de varonil nobleza.
Enigma desolado, destino ineludible, de un dolor inhumano mantiene a mi alma presa.

Al mirar tu retrato y encontrarme tus ojos de dulce y clara miel cautiva en tus pupilas,
mi razón busca en vano encontrar un intersticio que me introduzca en tu alma de aguas claras, tranquilas.

Pero yo…

No logro descifrar la enigmática mirada de ojos tan profundos que me hieren el alma;
miradas que se callan cerradas al misterio, tras velo inescrutable de dudas o de calma.

Emerges de mi alma, doliente y aterida, dejándola vacía y perdiéndose en la nada;
sin rumbo, como barca en mitad del mar nocturno, sin brújula ni velas, en negra marejada.

Olvidada y confusa mirando a las estrellas, buscando un horizonte en la noche tenebrosa;
mi alma de cristal, impresionable y sensitiva se agita aleteando: extraviada mariposa.

Mi corazón deshecho te grita delirante, te busca revolviendo los sueños y la bruma;
flotando entre las sombras, hendiendo la agonía en monte, en cielo y en, del basto mar, la espuma.

Pero tú no respondes y mi voz no te alcanza y un profundo silencio por olas quebrantado,
retumbando en la noche opresiva y misteriosa los latidos frena de mi corazón desgarrado.

El brillo de esos ojos que ocultan horizontes, estrellas en la noche desierta y solitaria;
si ríen o si lloran o vuelan con el viento. ¡Quién pudiera adivinar que ocultan o qué callan!

Te quedarás en mi corazón, joven por siempre. No surcarán las arrugas ya tu adorable faz
ni marchitarán las canas tu lozana frente ni volverá el mundo a lastimarte jamás.

Ve en paz, amor mío, busca un lugar de ensueño; encuentra a aquellos: todos los que te amaron tanto.
Sé feliz en el tiempo y el espacio infinitos y sigue con tus notas, tus sueños y tu canto.
Karmen Martìnez




Karmen Martìnez