La lluvia comenzó a caer
como si el cielo llorara. El músico, dijo: “Hoy le pido al universo como todos los días me conceda verte sólo un
instante, nunca te irás y nos amaremos hasta el final de los tiempos; haré
música y cantaré para ti. Más allá de
las estrellas buscaré un lugar para seguir amándote con mis cantos y mis notas. Esto es lo que siento: con poemas te
beso, con canciones te amo, con mi alma
te ofrezco estar a tu lado más allá del tiempo y del espacio, siempre
infinitos. Esto que siento crece y no se detiene. ¿Qué me has hecho? Nunca he
podido sentir nada igual ni más bello. Si existe
algo más hermoso, mis ojos no quieren verlo. Flota mi ser al sólo pensarte y
temblando me pregunto: ¿Cómo voy a actuar? No sé si mi voz responda".
La lluvia arreció y el
viento elevó su gemido mientras el músico postraba su exótica humanidad sobre
el fango… y expiró.
Autor: Samuel Eduardo
Poema en prosa publicado en Dos mirlos blancos revoloteando en el lago, de Karmen Martìnez
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