lunes, 27 de abril de 2020

Polvo cósmico

  



Se dice que el mundo es polvo cósmico; polvo de otras épocas, otras latitudes y otros espacios. Nosotros mismos estamos hechos de polvo cósmico, de fragmentos de estrellas, de moléculas de mar. Cuando hayamos desembarcado de nuestro hoy y arribemos al desconocido mundo que nos espera: ¿ quién le dará vida y movimiento al polvo que nos animó? Y nosotros… ¿ qué nuevo polvo nos elevará sobre nuestra miseria pasada? ¿Qué otros mundos iluminaremos con nuestro nuevo polvo estelar? ¿A qué nuevos universos ilumina el amado polvo cósmico que navega errante por el infinito, el polvo cósmico de quienes adoramos? ¿En que extraño cosmos deberemos buscarlos para unirnos a ellos?

Karmen Martìnez

 

¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué es el alma?

¿Qué es la muerte? ¿Qué es la vida? ¿Qué es el alma?

¿Dónde queda, exactamente, el umbral que divide a la vida de la muerte? Ese proceso, cuando ya es irreversible el hecho de morir. El alma incorpora el principio vital o esencia interna de cada uno de los seres vivos.

Según Platón, en El Fedón, el alma es una sustancia que trata de desligarse de los límites y conflictos que surgen de su unión con el cuerpo y podrá vivir de modo pleno tras el momento de la muerte, y Kierkegaard tenía la convicción de que la fe es la más grande pasión del ser humano.

Según John Denver: El cuerpo es sólo una concha que protege al alma y cumple su deber; como un corcel que lleva a su jinete a casa; como las águilas, ángeles de la luz y la oscuridad, habitantes de las alturas celestes que no conocen los límites del movimiento.

Dice: “Mi espíritu nunca será roto o atrapado por nada que limite la libertad del alma para levantar el vuelo en alas gloriosas”. Y en The wings that fly us home, dice: “Nunca estarás solo, si el espíritu está lleno de la grandeza y oscuridad de los cielos; del anhelo final del alma. Como vivir en una estrella tan lejana como los sueños… o vivir siendo una parte de ese gran todo que es el universo”.

Vivir, creo yo, es el anhelo infinito de trascender, de elevarse, de abarcar las maravillas celestes o terrenales. Es querer alcanzar lo inalcanzable y seguir a quienes amamos hasta el infinito. 

No sé… entonces, ¿qué es la vida?, ¿qué es la muerte?, ¿qué es el alma?


Karmen Martìnez

  

 

    

 

                     


 

                                                          


domingo, 26 de abril de 2020

Mi hijo


A Samuel Eduardo

El ángel que Dios me dio y llenó mi alma de amor era como un corderillo, muy travieso y juguetón.
Al mirarlo yo sabía que no habría dicha igual, sólo sentirme su madre me daba alegría sin par.

Cuando yo mecía su cuna sentía un amor inmenso;
ahora cuando tengo penas pienso en aquellos momentos.

Fue creciendo mi pequeño, la dulce infancia quedó atrás
y entre más pasaba el tiempo yo le amaba mucho más.

Es ahora un adolescente y como la palabra lo dice: sufre, goza y se divierte mientras mi alma lo bendice.
Yo le pido a Dios que lo guíe, airoso al largo camino que comienza ansioso.

Espero que sepas amor de mi vida lo que como madre le pido al eterno:
que tu pie jamás se encamine torpe a la triste vía que lleva al infierno.

La gloria solo es una recompensa para los que buscan la felicidad
y el infierno son las penas amargas del que nunca supo vivir de verdad.

Cuando haya pasado ya tu adolescencia, cuando ese tiempo quedase atrás,
recuérdalo siempre, ya jamás olvides, apoya al que llegue a tomar tu lugar.

Mi vida algún día llegará al ocaso y tu primavera se terminará;
piensa en tu futuro, evita el fracaso, y las penas, todas, quedarán atrás.

Si una cruel espada sangrara mi pecho, retírala pronto de mi corazón,
aunque en el intento se quede deshecho evita que pueda perder la razón.

Vuelve a ser mi niño confiado y travieso, vuelve a refugiarte en mi corazón.
Olvida tus penas, tu dolor sombrío o ven a reunirlo junto con el mío.

Cuando te hayas ido lejos de mi vida mi amor infinito seguirá tus días;
y cuando regreses cubierto de gloria sólo yo, hijo mío, sabré de tu historia.

Pero si te aqueja dolor intenso mis labios cansados te darán sus besos;
mi mano marchita tocará tu frente para que olvides la pena inclemente.

Y si por azares de mi cruel destino mi vida aún joven este la truncara,
ojalá recuerdes siempre mis consejos, ojalá sea fácil cuidar de tu hermana.

Esa pequeñita, la luz de mis ojos, alumbre el camino de dolor que espera.
Sé que los dos juntos, mis grandes amores triunfarán airosos al final de la vera.

Sea tu recompensa cuando ya la mires, una señorita hermosa y espléndida.
¡Qué darán mis ojos en aquel instante, por ver ese cuadro de ternura inmensa!

Y para expresarte mi agradecimiento busca en las mañanas en el campo enhiesto:
rocío en verano, escarcha en invierno y lágrimas mías sobre el pasto tierno.


Tu mamá, Karmen Martìnez

                                              

Melancolía


Hay un día en la vida en que se te rompe el alma; el corazón se queda sangrante y despedazado. Ya nunca lo podrás cambiar. Se convertirá en un recuerdo grabado en fuego vivo. Cada movimiento te recordará que estuviste a punto de colapsar. Tu vida continuará entre las sombras. Sonrisas para los demás y lágrimas de amargura vertidas en tu interior. Lágrimas que nadie verá nunca. Te verán cantar y sonreír. Pueden llamarte frívola, es preferible a que te digan melancólica. Pero esa melancolía ya no te dejará jamás.

Karmen Martìnez
                                   

Samuel Eduardo

Algún día te alcanzaré, amor: más allá del tiempo y del espacio siempre infinitos.

 
Karmen Martìnez